Ya cuando hice la vía verde de la Jara, me quedé con ganas de ver cómo seguía al otro lado del túnel de Santa Quiteria. La idea era conectar en bici el proyecto primitivo de este ferrocarril: unir las riberas de los ríos Tajo y Guadiana. Al otro lado de la Sierra de Guadalupe se encuentra la vía verde del Guadiana, así que el tramo entre las dos vías verdes era el que teníamos que explorar más a fondo.
Así que un buen día nos hicimos la vía verde de la Jara y luego subimos al Puerto de San Vicente y nos lanzamos hacia Guadalupe. A los pocos km de la carretera ya empezamos a ver carteles del Geoparque Villuercas – Ibores – La Jara. Hmmm…, interesante. Tenemos que informarnos mejor de todo esto. Pero ahora pa’ Guadalupe. Mucha carretera y algún tramo chulo por trochas entre bosques, siguiendo el Camino Real de peregrinaje a Guadalupe, que a veces retuerce mucho la ruta para un ciclista, con subidas y bajadas sin interés. Pero la llegada al pueblo amerita la última rampa: un santuario masivo, con dos claustros, monasterio, centro de investigación y enseñanza, talleres de bordados, orfebrería, miniados, biblioteca, centro de peregrinación y hospedería. De una arquitectura diversa en estilos, su claustro mudéjar y su famoso templete, único en el mundo, fueron reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993. Im-presionante.
Tras una noche en un castañar seguimos el trazado de lo que fue la vía que quiso unir Talavera de la Reina y Villanueva de la Serena, los ríos Tajo y Guadiana, pero que no pudo con el túnel de la falla de Puertollano, llegando a Cañamero. Seguimos muchos tramos del Camino Natural de las Villuercas para llegar a Logrosán, antiguo centro minero. Los perfiles rocosos de las sierras nos hablan de esa orogenia tan particular y visible en estas montañas.
Seguimos por la vía verde del Guadiana, y nos confiamos en encontrar agua en las estaciones antiguas: error. Tengo que pasar tres para cerciorarme que me tengo que desviar a algún pueblito. Cuando voy a hacerlo veo una casa y el paisano me ayuda recargando mis botellas. Continuo por arrozales y la maleza poco a poco se va comiendo la vía hasta tragársela. Paralela discurre una carretera local con algo mejor mantenimiento. Brrr… que tragedia de país. Al final descarto proponer esta ruta por el pésimo cuidado que tienen en mantener viable este recorrido singular. Somos un desastre.
La segunda visita me llevo a perfilar la ruta por el geoparque. Llegué a Puente del Arzobispo en bus, la esquina suroeste de la provincia de Toledo y me puse a rodar a tramos por el Camino Natural del Tajo y el Camino Real hasta Guadalupe, pedaleando por las pistas que recorren las laderas de los anticlinales y sinclinales apalachienses.
La tercera visita fue de una semana para rematar la faena. Moviéndome con un coche fue haciendo todos los trozos del puzle: descartando tramos y eligiendo otros. Los bosques de castaños del río Ibor, los otros caminos del geoparque, el de los Jerónimos y el Alfonso Onceno, el ascenso al pico Las Villuercas, y el laberinto de valles y montañas de la sierra de Guadalupe. Fuimos recorriendo todo aquello. Bien bonito este geoparque. Nuestro segundo después del Alto Tajo.