Este verano salimos a rodar los canales del sur de Francia, y así explorar nuevos itinerarios más alla de nuestras fronteras. Quedamos en Donostia un sábado con nuestras bicis. Son las semifinales de la bandera de la Concha y la 'Parte Vieja' está a reventar. El buen tiempo y los buenos pintxos nos ayudan a disfrutar de esta singular ciudad. El lunes tomamos el metro y en Hendaia nos enganchamos a la Velodyssey, un tramo de la EV1, un itinerario de la Eurovelo, red de rutas ciclables creada para recorrerse el continente en bicicleta de cabo a rabo. El primer día discurre por la costa del Iparralde, el país vasco francés. Pasando acantilados salteados de bahías y playas, vamos pasando uno tras otro los coquetos pueblos con sus caseríos y puertos pesqueros: Ciboure, San Juan de Luz, Guéthary, Bidart, Biarritz, Anglet. Al caer la tarde entramos en Baiona y cenamos en el precioso casco antiguo, a orillas del Adour.
Salimos de Baiona por carretera y a los pocos km ya nos metemos en la red de pistas ciclables que atraviesan las Landas. Ciclistas, senderistas, rollers, skaters..., todos disfrutando de esta red de pistas asfaltadas que atraviesan el bosque plantado más grande de Europa occidental. Para frenar la erosión del mar, en el siglo XIX se plantaron más de un millón de Has de pino marítimo. Este alucinante paisaje se acaba en la bahía de Arcachon. A su entrada nos subimos a la duna de Pilat, la duna más alta de Europa. Es una atracción ya devorada por el turismo masivo pero que a pesar de todo nos ofrece una vista única de la bahía. El día lo acabamos con una buena docenita de ostras del país, acompañada de un vinito blanco de la región.
Desde aquí seguimos por la vía verde Mios-Bazas, que en 76 km de antigua vía férrea, nos lleva a la villa medieval de Bazas. Ya sólo nos restan unos pocos km más hasta la última esclusa del canal del Garona, en Castets-en-Dorte. Aquí está la esclusa número 53, y en 190 km de pedalada nos vamos a poner en el puerto de la Desembocadura, en los puentes gemelos de Toulouse. Este canal, que se inauguró con el nombre de canal lateral del Garona, se construyó en el siglo XIX para evitar la navegación por el tumultuoso río Garona y llegar hasta Toulouse en 3-4 días. Tonneins, Agen, Moissac, son algunos bonitos rincones que conocemos a orillas de este magnífico itinerario limitado en sus orillas con dos filas de plátanos centenarios que nos aseguran la sombra en este soleado mes de Septiembre.
En Toulouse, la ville rose, nos reencontramos con Yannick, una antigua amistad que conocimos en Mali, mientras nos recorríamos el mundo en bici. De abuela tolosana, nos enseña un poco esta bonita capital, construída a base de mucho ladrillo, lo que le ha valido su sobrenombre. En la Maison du Vèlo limpiamos las bicis, comemos, compramos los mapas de los canales. Un proyecto bien chulo que echamos en falta a este lado de los Pirineos.
Del mismo puerto adonde llegamos por el canal del Garona, parte el famosérrimo canal del Midi, la obra de ingeniería que en el siglo XVII abrió la vía que unió las dos orillas del sur francés. Castelnaudary, Carcassonne, Le Somail, Béziers, Agde: villas medievales, algunas construidas junto al canal para abastecerlo de servicios. Hay que rodar esta ruta para comprender la genialidad que tuvo Pierre-Paul Riquet, el funcionario del rey Luis XIV que ideó y construyó el canal, que permitía llegar en 4 días hasta Sète, ya en el mar Mediterráneo. En estos momentos, patrimonio de la Humanidad desde 1996, es el canal de Europa más antiguo aún en uso.
Al llegar a Agde nos sorprende la lluvia, la única que tenemos en 22 días de ruta. No está mal. Una mañana más de pedal y llegamos a Sète, la Venecia francesa. Bonitos canales, puentes, callejuelas. Visitamos el museo de uno de nuestros favoritos, George Brassens, cantautor que nació y murió aquí. Un domingo por la mañana tomamos el tren, que finalmente nos lleva a Madrid. Hay un consorcio franco-español para viajar en tren, muy buena idea con pobres resultados. No pudimos comprar los billetes en España, lo tuvimos que hacer por internet y los recogimos en Toulouse. Cuando subimos las bicis al AVE no teníamos espacio para llevarlas... En fin, que nos queda mucha vía que recorrer hasta ser europeos.