De vuelta a Cuenca

La línea de Cuenca de telégrafos ópticos

Como ya comenté en el blog hace más de un año, uno de esos descubrimientos que me trajo la pandemia y el confinamiento fue la existencia de Los telégrafos ópticos de Madrid. Esta tecnología proto-internet ha dejado como vestigios sus famosas torres telegráficas, unas pocas de las cuales han sido rehabilitadas. El resto han quedado vigilando el paisaje, desde los montes, deshaciéndose con el paso del tiempo. Snif. Un día bicheando por internet, descubrí la línea ramal de telégrafos ópticos de Cuenca, y vi que, menos la de Tarancón, conservaba todas las torres en distintos estados de ruina. Y a mi, con lo que me gusta Cuenca y toda la España Vaciada. Hmmm.

Así que un día me presenté en Tarancón con la burra y a pedalear. Desde la estación de autobuses me pasé por el Alto de la Peña, donde estaba la torre que formaba parte de la línea de comunicación entre Madrid y Valencia, y desde donde salía el ramal a Cuenca. No queda nada y realmente el paraje no merece la pena visitar. Saliendo de Tarancón me fui a la Ermita de Riánsares, patrona de la ciudad, y continué por pistas hasta la sierra del Tesoro, donde se encuentra la Torre de Uclés. Un par de rampas duras me llevan hasta las ruinas, donde sólo queda el basamento. Se encuentra a orillas del Camino Uclés, un camino de peregrinos de Madrid a este pueblo, con buenas vistas al famoso Monasterio de Uclés.

Ya desde Uclés la ruta sigue por carreteras casi sin tráfico. Estamos en la España Vaciada. El pico Carrascosa tiene un parque eólico y la Torre de Carrascosa se encuentra entre los aerogeneradores. Ya sólo quedan las piedras del basamento y el entorno tampoco apetece mucho. Prescindible. En Carrascosa del Campo hay un par de hostales donde comer y pasar la noche. A partir de aquí ruedo por la carretera nacional desdoblada, y conforme me acerco al Cerro de San Bartolomé ya puedo ver los restos de la Torre de Torrejoncillo. Aparco la bici y me subo al otero, de acceso fácil y con algún corzo asustado. Un par de km más de pistas y carreteras locales me llevan a Torrejoncillo del Rey.

Desde Torrejoncillo salgo por pistas, paso delante de la mina romana La Mora Encantada, que visitamos en nuestra ruta del Cristal de Hispania. Siguiendo pistas paso por Horcajada de la Torre, y vuelvo al asfalto uno par de km. Hay una antigua casa de posta, de aquellas donde los carteros cambiaban de caballo… Ya ha llovido un rato. Tomo una pista buena a la derecha, de servicio de la vía de alta velocidad. Luego se va poniendo peor, pero ya veo la Torre de Horcajada. Paso por un sembrado y con algún empujón llego arriba del Monte Carrasco, desde donde se accede a la torre.

Las pistas de descenso me dejan en Naharros, y desde su cementerio sigo por pistas, y algún campo sembrado hasta la base del Telégrafo, un monte repoblado, que me obliga a rebuscar la Torre de Avia. Al estar ya rodeada de vegetación, está más aislada y con el mejor estado de conservación de todas. Las pistas que continuo están usadas por cuadrillas de obras que están instalando una nueva línea eléctrica. Llego a la carretera y en pocos km a Abia de la Obispalía. Fuente, bar sin bocatas, y sólo dos vecinos. Me tomo un refrigerio y sigo la chula carretera, que en la Loma de la Pumadera le sale una pista que me lleva hasta la base de la Torre de Villanueva, también rodeada de bosque.

Más carretera, bonita, sin tráfico. Dejo a un lado Villanueva de los Escuderos. En la base del monte Valdegonzalo me paro y visito la Torre de Colliga, unos pocos km antes del pueblo. Sigo por asfalto y un par de urbanizaciones anuncian que me acerco a Cuenca. Tras cruzar el puente sobre el río Chillarón tomo las pistas que siguen por la margen izquierda del río Júcar. La última Torre Cerro de Mendoza está en una finca privada, pero se bien. Un carril-bici me adentrá en la zona urbana de Cuenca. Paso por delante del bosque de acero, otro despilfarro en ruinas… Claro que viniendo de ver como conservamos nuestras antiguas torres de telegrafía óptica…