Un colega que ya había rodado por allí me lo sugirió varias veces. Y la verdad es que me tira mucho la zona del norte de Burgos y Palencia. Así que me fui a explorar Las Loras. Otro geoparque, para nosotras el tercero (tras el Alto Tajo, y el VIJ), cuarto si consideramos las Subbéticas. No, ese será el siguiente... Fueron 4 días, dos muy largos, de verano, por los estrechos valles encajados entre desfiladeros y cortados, que contrastan con los extensos páramos casi llanos situados a mayor altitud. Así son las Loras.
Llegué en bus a Aguilar de Campoo. Tras unas compras, puse rumbo hacia Covalagua, espacio natural protegido en un esquina de Palencia. Pasé por Villaren de Valdivia, y visité mi primer eremitorio: la ermita rupestre de San Martín. Vallada, se intuye el interior y sus inscripciones primitivas. Domina el paisaje el monte Bernorio, donde los restos de un castro celtíbero y un campamento romano nos recuerdan las guerras cántabras. Un poco de carretera en cuesta y llegué a Revilla de Pomar. Pillé agua y subí hasta Covalagua, la cueva donde nace el Río Ivia, creando una escalera de tobas y pequeñas cascadas, casi secas ya en junio... Seguí hasta la cueva de los franceses y el menhir de Canto-Hito. Las nubes bajas lo atrapaban todo. No obstante me fui a ver el mirador de Valcabado, que imita la quilla de un barco. Cuando despejó un poco ví la vertiente oeste que se extiende por el valle de Valderredible, ya Cantabria.
Descendí y ya de vuelta en Revilla lucía el cielo despejado. Tomé unas pistas y rodeé la vertiente norte de la muela por un hayedo precioso. Una comadreja me saludó y se retiró. Llegué al pozo de los lobos. Ingenios del pasado reciente. Por pistas seguí hasta la cascada de Villaescobedo: seca. Hmmm. Continué por un parque eólico, más pistas, y llegué a la aldea de Lorilla. Chulas vistas a Valderredible. Más pistas y pasé por un aeródromo y su Observatorio Astronómico de Cantabria. Un poco de asfalto y me crucé con otro ciclista. Me indicó pistas y así llegué al dolmen La Cabaña. Muy bien conservado. Realmente elegían bien donde descansar eternamente. Unos pocos km más en pistas y llegué a Sargentes de la Lora. Había una prueba ciclista y el pueblo estaba muy animado. Incluso habilitaron un punto de agua para limpiar las burras. Visité el museo del Petróleo, una interesante inmersión en el pasado del oro negro español. Salí a recorrer el campo petrolero de Ayoluengo, ya en proceso de desmantelamiento. Las viejas válvulas ya son caballitos sin trote.
Luego salí a la carretera. Pasé Valdeajos y descendí a Barrio Panizares, a ver la surgencia del río Rudrón. Me echó para atrás una finca cerrada. No ví claro si tomar la senda. Estaba dentro de la finca. Brrrr. Otra vez será conocer la surgencia del río Rudrón. De vuelta en Barrio Panizares, rodé por un camino que tras un par de vadeos me dejó en Hoyos del Tozo. Disfruté de la cascada de la Coladera y de la información que me dió un paisano sobre el camino del desfiladero. Vuelta atrás: vadeos, sendas. Un tramo técnico remonta el farallón hasta un depósito de agua, desde donde sale una pista a tramos dura que me dejó en San Andrés de Montearados, y ya en asfalto descendí al cañón del río Rudrón. Lo exploré un buen rato andando, y llegué hasta el resalte donde unas cuerdas ayudan la progresión. Imposible en bici. Vuelta al asfalto. Me rodé el cañón entero hasta Tubilla del Agua.
Me estaba dejando de convencer la ruta y regresé a Santa Coloma del Rudrón. Una pista chula remonta el río San Antón hasta Terradillos de Sedano. El pueblo estaba vacío. El parque infantil esperaba a las niñas y niños veraneantes. Más pistas me llevaron a Urbel del Castillo. Como en muchos otros pueblos sólo hay un puñado de vecinos y un local de la asociación de “Amigos de…”. Tomé agua y salí por pistas. Pedaleé por la ZEPA Humada-Peña Amaya, con su impresionante dominando el paisaje. Media docena de pueblos vacíos con fuente hacen triste y posible rodar sin problemas por este territorio deslumbrante y desolado. Por atajar me metí en un berenjenal y en su reflexión derivada. Vuelta a la pista y una carretera local para llegar a Humada. ¡Hay un bar! El camarero y dos parroquianos disfrutaban del frescor del local y el vino blanco. Enfrente hay una panadería. Pero en el bar NO hacían bocatas. Grrrrr. Sólo venden bebidas y chuches. Y latas de conserva. Almuercé un poco y me dirijí al nacimiento del río Odra: ¿a ver si la llamativa cascada de Yeguamea tiene agua? Nel. Seguí remontando la muela por una senda complementada con algún empujón. Un poco de asfalto, más pistas. Muy buenas vistas del valle de Valdelucio, al que descendí con prisas: el cielo ennegrecido amenazaba lluvia. Ya en Fuencaliente de Lucio cayó el chaparrón. Yo me quedé esa noche en Puentetoma.
Vamos a por las Tuerces. Las Tuerces es un espacio natural protegido, un auténtico laberinto en el que se alternan grandes bloques de formas caprichosas. Fui al castillo de Gama, a pasear entre las formaciones rocosas, a rodar por el bosque. Por pistas llegué al eremitorio rupestre de San Pelayo de Villacibio. Unas pistas y asfaltos un poco más allá veo esa costumbre, que empieza a extenderse, de verter los purines de la industria del cerdo por los campos en barbecho. Peste, nitratos y contaminación. En fin.
Ya en Olleros de Pisuerga visité la joya de su iglesia rupestre de los Santos Justo y Pastor. Dos bóvedas excavadas en la roca, una torre-campanario y un cuidado entorno conforman uno de los complejos eremíticos más importantes del país. Salí por las pistas de Monte Cildá, otro interesante castro cántabro sobre el magnífico Cañón de la Horadada. Regresé por pistas a Aguilar. Esperé al bus y no había plazas. Mcelmqmp. Así que fui a coger el tren hasta Valladolid. Una vez allí, en el último bus queda la última plaza. Uff!