Del de Tormes, no el bíblico. Rodando un día por Toledo vimos un cartel de la diputación en el que anunciaban una serie de rutas entre las que nos sorprendió la ruta de El Lazarillo. Tras recabar algo de información me puse piernas a las ruedas.
Salí un sábado de esos de junio que viene apretando calor. Llegué a Almorox en bus, donde “Acaeció que llegando a un lugar que llaman Almorox al tiempo que cogían las uvas, un vendimiador le dio (al ciego) un racimo dellas en limosna”. La plaza estaba bastante animada, en la que destaca una singular picota. Por las fechas de su manufactura no la conoció el lazarillo. Pedaleo por campos de cereal con algún parche de dehesa. Al llegar al vadeo del arroyo Tordillos las choperas dan una sombra reconfortante al calorazo. Allí veo un puente en mal estado pero aun sobreviviendo. Una cuesta me lleva al pueblo de Escalona.
Me sorprendió Escalona, no la conocía. “Estábamos en Escalona, villa del duque della, en un mesón, y diome (el ciego) un pedazo de longaniza que le asase”. Ya sólo entrar por el arco de San Miguel y merodear por sus murallas da una idea de lo que llegó a ser este pueblo. Por aquí sí que pasó el Lazarillo, y de hecho, en la Plaza, el edificio del Ayuntamiento muestra la columna donde el ciego se descalabró siguiendo las indicaciones del pillo. Su famoso castillo luce coronado de docenas de cigüeñas, que dominan el bullicio de los bañistas en el río Alberche. Cruzo el río por su puente viejo, que desde el siglo XIII forma parte del camino real que une las dos Castillas.
La ruta sigue el Camino de Santiago. Se acaban los frescores del Alberche y el panorama es una sucesión de colinas llenas de campos cerealistas. La canícula aprieta y tras un espejismo de arroyo a mitad de camino, con unos pocos árboles agarrados al barro, no encuentro una sola sombra hasta Maqueda. “Fuime a un lugar que llaman Maqueda, adonde me toparon mis pecados con un clérigo”. El pueblo muestra su castillo, restos de sus antiguas murallas árabes, las puertas califales, la torre de la Vela.
Más pistas y campos de secano. Paso por Caudilla, un despoblado que muestra las ruinas de otro castillo, de otra iglesia. El termómetro supera los 40o y al llegar a la plaza de Torrijos, el helado que me meto me sabe a gloria. Espero que se calme el mercurio paseando por este pueblo grande, más bien ciudad pequeña. Famosa por su monumental colegiata, el ayuntamiento se encuentra ahora en un antiguo palacio, todo un tanto diluido en el entorno urbano.
Unas pistas más, alguna colina, y llegamos a la vega del Tajo. Lo hacemos junto al río Guadarrama, entre plantaciones de regadío. En una finca me dejan tomar agua del pozo, me sale un faisán justo delante de la bici… dándome sensaciones de otros tiempos. Pero en un par de km más desaparece el espejismo y aparecen campos de amapola videovigilados, el asfalto, las autovías del extrarradio de Toledo. De forma elegante y siguiendo el Camino Natural del Tajo entramos a la ciudad patrimonial, donde “poco a poco, con ayuda de las buenas gentes, di conmigo en esta insigne ciudad de Toledo, adonde, con la merced de Dios, dende a quince días se me cerró la herida."
Anécdota: La anécdota del castillo de la Vela de Maqueda merece la pena conocerse. Con larga historia, esta primitiva fortaleza árabe, ampliada a castillo en el siglo XV, llegó a albergar a Isabel la Católica. Con el tiempo conoció muchos usos, como cuartel de la Guardia Civil. Seguramente desde entonces la Benemérita planeó instalar allí su museo y archivo histórico. Se impulsó el proyecto y se gastaron cinco millones en la construcción de las instalaciones y… ahora está en venta por menos dinero del ya invertido. Hmmm… ¿a qué me suena esto?