Cuando fuimos a ver estrellas en Segurilla, nos fijamos en su atalaya, y que en la línea de montes que se levantan justo al norte de Talavera de la Reina, había otra más visible. Al día siguiente, de vuelta de las estrellas, fuimos a verlas de cerca. Al regresar a casa buscamos más información sobre estas torres de vigilancia milenarias.
Todo parece indicar que estas atalayas formaban parte de un conjunto de torres vigías que tenían como función el control del valle del Tajo en la época islámica, y que tras la reconquista del territorio fueron reutilizadas por los cristianos. La misión de estas torres era avisar de posibles ataques cristianos que procedentes de Ávila atravesasen los puertos de la sierra de Gredos. Se cree que fueron construidas en la época de Abd-al-Rahman III en el siglo X.
Así que son primas de las atalayas de Madrid, y como ya le hemos cogido gusto a pedalear por las Tierras de Talavera, pues se nos ocurrió hacer otra ruta de atalayas. Así que de vuelta a Talavera y pronto buscamos salir hacia el norte por el embalse de Portiña, una bonita área recreativa con muchas aves acuáticas y el reflejo de la atalaya de Segurilla en sus tranquilas aguas. Salimos de las pistas que rodean el embalse y nos toca una buena subida. Con una subida de 3 km pendiente y continua la carretera se encarama a Segurilla. Un último repecho nos lleva hasta la base de nuestra primera atalaya, la más conservada y con 25 m de altura. Un vistazo hacia el oeste nos muestra claramente la atalaya de El Casar, y hacia el este resalta el cerro de San Vicente, donde se encuentran las ruinas de una fortaleza que ya conocimos en nuestra ruta Tras los pasos de Viriato.
Descendemos al pueblo y tomamos la carretera a Mejorada. Bonita plaza e impresionante castillo en ruinas. Un poco más allá, en la cumbre de un cerro, se encuentra la atalaya. Esta es minúscula respecto a la anterior, apenas un pedestal. Posiblemente no era una torre de vigilancia, pero sí un puesto de señalización entre las otras atalayas, que se ven perfectamente desde este promontorio.
Bajamos por las burras y seguimos por pistas hacia la atalaya de El Casar. El camino vecinal discurre entre fincas ganaderas, con reses bravas, ovejas, caballos. Las dehesas estan verdes y hermosas, el sol reluce, buen dia de pedalada. Dejamos las bicis en el camino y nos acercamos andando a la atalaya. Es una finca privada y puede haber ganado, por lo que hay que extremar las atenciones. Esta atalaya está en progresiva ruina, pero las vistas sobre las vegas del Tajo son magníficas.
Volvemos a ciclar y descendemos el pueblito de El Gamonal. Una pistita de un par de km nos lleva a Velada, y a las afueras del pueblo encontramos su atalaya. Esta se nota que fue reutilizada y convertida en molino, la estructura interior se parece a las anteriores, pero la cubierta exterior, de ladrillo y mampostería, es claramente distinta. Además, desde aquí no se aprecian las otras atalayas y no sabemos si por su falta de altura o que esta última no formaba parte de aquel conjunto. Misterios.
Al día siguiente dejamos los cerros y bajamos a las vegas. Seguimos pistas y carreteras locales para llegar a Alberche del Caudillo, un pueblo típico de la repoblación agraria de después de la guerra civil. Las atalayas se ven sobre los cerros. Desde aquí tomamos el Camino Natural de El Tajo y llegamos a Talavera. Esta vez nos perdemos un poco por sus puentes, su ribera, su casco histórico, las murallas. Toca volver, desmontamos las bicis, las metemos en la bolsita y en bus pa' casa.