Hace rato me acerqué a la biblioteca del CEHOPU (Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo ), a ojear un libro que me llamó la atención en su momento: Catálogo de treinta canales españoles anteriores a 1900, de José A. Fernández Ordóñez y col. Una auténtica biblia de la obra hidráulica más antigua de nuestro territorio. Tomé unas cuantas notas en ese ambiente de suspense que ofrece una biblioteca pública de tamaño medio en la que sólo hay 2 o 3 usuarixs… Entre ellas me sorprendió la del canal de Cabarrús. Como tengo una colega de la facultad que vive en Torremocha del Jarama y que conoce bien el canal, no fue muy complicado quedar con ella un día de verano para pedalear y luego darnos un bañito en el río.
El responsable de la iniciativa fue Francisco Cabarrús, conde de Cabarrús y financiero de origen francés muy aficionado a proyectos faraónicos, que dirigió el Banco de San Carlos (primer banco nacional español y precursor del Banco de España), y fue uno de los prestamistas de la Corona española. Cabarrús decidió confiar el desarrollo del proyecto a los ingenieros Carlos y Manuel Lemaur, ¿os suenan? Son los hijos del mero Carlos Lemaur, el ingeniero del canal de Castilla y del fallido diseño de la Presa del Gasco, ambos destinos de nuestras rutas en bici.
Este canal unía las cuencas del río Lozoya y del río Jarama regando los términos municipales de Torrelaguna, Torremocha de Jarama y Patones. Llegó a tener casi 13 km de longitud, desde la presa del Pontón de la Oliva hasta Torrelaguna, además de 6 puentes de piedra, 3 acueductos, una acequia y 8 casas de guarda para los vigilantes del canal. Por último, se erigió una gran casa de oficios en Torremocha de Jarama, que era la vivienda estacional del conde de Cabarrús y que actualmente sirve de…, ¡finca de bodas! Su construcción se extendió a lo largo de los últimos 24 años del siglo XVIII, y ya en 1822 dejó de servir a las fincas de regadío que volvieron a los tradicionales cultivos de secano.
Tras tomar un bus interurbano me bajo en Torrelaguna, ruedo unos pocos km de pistas y llego al final del canal, cerca de las ruinas ermita de Santa María de la Cabeza. Un pontón restaurado recientemente es lo que queda del canal. Los carteles nos dirigen hacia el km 0 por una buena pista en la que pronto me encuentro con mi comadre. Rodamos viendo los restos de varias casas de guardias y las excelentes restauraciones de los pontones de piedra. Ya cerca de Patones podemos ver unos pocos metros de acequia original. Pero nosotros tomamos la carretera para evitar los abrojos, que en estas fechas hacen las desdichas de los ciclistas. Llegamos a una de las playas del río Jarama. A estas horas y con este sol se hace duro pedalear, pero estar rodeado por dos familias de adictos al reguetón, con sendos sound-system a tope de decibelios y con distintas listas de reproducción puede hacerse igual de duro o más. Así que nos damos un chapuzón rápido en el agua fresquita y nos vamos a celebrar nuestro reencuentro y nuestra tórrida exploración de otra obra hidráulica venida a menos.