Volvemos a las Galias, a rodar otro canal, y a vernos con Tania y Gwendal. Cuando pedaleamos por el mundo ellos fueron nuestros anfitriones durante... casi 3 años! Su conexión con estas tierras nos sirve de motivo para otro reencuentro más. Como todos somos biciadictos, el motivo deriva en un plan para rodar por el canal de Nantes a Brest, una joyita napoleónica, que se construyó a mediados del siglo XIX para abastecer al puerto de Brest evitando la costa y la armada inglesa.
Así que dejamos la furgoneta en Nantes, aparcada delante de la casa de un miembro de la lista de la ducha caliente, tomamos el tren a Quimper. Desde allí, en unos 25 km por una vía verde llegamos a Douarnenez, donde nos encontramos con T&G. Un día corto de playa y nostalgia, de mamás y papás y niños, de recuerdos y sueños, y a montar. Siguiendo carreteras locales llegamos a Châteaulin, donde se encuentra la penúltima esclusa de las 236 que jalonan los 360 km de canal.
Viniendo de las calimas ibéricas, este tiempo de ligera llovizna y cielos cubiertos se agradece. En siete días de recorrido sólo nos calló un chaparrón y tuvimos unas pocas horas de sol ardiente: pura climatología bretona. Y así esta todo: verde, y con muchos muchos árboles. En general acampamos en las áreas de pique-nique, muchas de ellas con agua y toilettes. Nos aprovisionamos en los pueblos y cocinamos con nuestra olla express: el casoulet deviene nuestro plato estrella, así como los quesos, embutidos, patês, confitados... Lo único que no nos atrapa es la sidra bretona, destilada y gasificada, ¡puaj!
Bajo nuestras ruedas se suceden los tramos asfaltados con algunos de buen firme. Las orillas del canal alinean tilos, hayas, fresnos, pinos... Y vamos remontando y descendiendo el curso de los diferentes ríos bretones que desaguan hacia el sur de la península: Aulne, Blavet, Oust, Erdre. El ingenio ha ido cosiendo los cursos de estos ríos con tramos de canal que unen las distintas cuencas, y sus respectivos embalses que aportan el agua necesaria para la navegación. Imprrresionante.
El puente de Châteauneuf-du-Faou, la ermita de Notre-Dame-de-la-Pitié, el mercado de Gouarec, la abadía de Bon-Repos, se van sucediendo paisajes naturales mezclados con magníficas obras de arquitectura. En el lago de Guerlédan vemos el paisaje lunar que se sucede cada 30 años, cuando vacían el embalse para darle mantenimiento, dejando al descubierto las obras del canal. Es la última noche con T&G, y 14 de julio, fiesta nacional. Desde las orillas vemos y oimos de lejos los fuegos artificiales. Al día siguiente nos despedimos en Pontivy, por distintos rumbos y canales, ellos hacia Lorient y nosotros hacia Nantes. A la prochaine!
Las escaleras de esclusas de Rohan, el castillo de Josselin, el puente de Saint-André, el puerto de Redon, la fortaleza de Blain, y el desfiladero de l'île aux Pies, los manglares de Glénac, las lagunas de Bout de Bois, descubriendo lo humano y lo divino a ritmo de pedalada. Tras siete días seguidos de bici las fuerzas se apuran y las rodillas de Diana protestan. Nuestra pedalada acaba en la segunda esclusa del canal, que lo separa del río Erdre. Desde aquí una cicloruta nos introduce en la ciudad de Nantes siguiendo caminos, calles tranquilas y tramos de carril-bici. Se abre el cielo y el sol nos recuerda que más al sur va a ser más inclemente. Resignados pero satisfechos nos metemos en nuestra furgo (merci beaucoup Xavier!) y ponemos rumbo a casa.
Reflexión: Este canal no es navegable en su totalidad, pero sí en un 86%. El pasado verano rodamos en bici por el canal des Deux Mars, a lo largo del sur francés, y fuimos testigos del incesante tráfico de embarcaciones. ¿Porqué aquí no promocionamos el uso de nuestros canales para la navegación de recreo? Cuando rodamos el canal de Castilla, y vimos el estado de abandono de las esclusas, las casas de escluseros, las antiguas fábricas de harina o las centrales hidroeléctricas, se nos encogió el alma. Si estais de acuerdo en que puede ser de otra forma, no dejeis de avisarnos.