Esta es la primera ruta termal "larga", donde a lo largo de una semana podemos conocer tres termas y de regalo visitar el monasterio de Piedra, donde se encuentra uno de los parques más bonitos de Aragón. A pesar de que pasé por allí docenas de veces, camino del Pirineo, nunca paré en Calatayud. Buscando destinos termales interesantes para ir a pedalear, resulta que en la comarca de Calatayud hay una buena muestra. Así que poco a poco he ido visitando la zona y conociendo sus balnearios en bicicleta.
La primera exploración me subí en el bus y me bajé en Calatayud. Esta ciudad de tamaño medio tiene un centro histórico bien chulo donde podemos apreciar una buena muestra del arte mudéjar tan extendido por estas tierras. Salí rodando por el sendero que remonta las aguas del río Jalón hasta su unión con el río Jiloca. Desde allí fui buscando pistas hasta Ateca, desde donde continué por la antigua N-2, prácticamente sin tráfico. Eso sí, el reciente incendio ha dejado todo calcinado en un verano que pasará a la historia por un nuevo record de hectáreas quemadas, y que nos deja un sombrío futuro en estos tiempos de crisis climática.
En pocos km llegé a Alhama de Aragón, que con su nombre (Al-Hammam) nos dice todo. Este balneario es conocido por su lago termal, y sus augustos edificios nos llevan a viajar a aquellos tiempos del siglo XIX en que el termalismo era un gran evento social. El agua que alimenta el lago tiene una temperatura de 32ºC, que en el lago se mantiene constante a unos 28ºC durante todo el año. Su buen tamaño permite nadar buenos largos y la vegetación que lo rodea ofrece buenos rincones sombreados. Sus buenas instalaciones termales facilitan una buena sesión. Es verano y no me resultó difícil encontrar un buen sitio donde cenar en el animado pueblo.
Al día siguiente continué la pedalada, por pistas con rampas duras para atravesar la Hoya del Moro y seguir por el arroyo de Valdarroque. Chulo pero un poco excesivo. Después tomé una carretera local en obras, pasé por el despoblado de los Pajares de Calmarza, y desde aquí la cuesta abajo hasta el bonito pueblo de Calmarza. Salgo del pueblo por una chula senda que acaba en la carretera del cañón del río Mesa, con sus hermosas tapias calizas. A los pocos km aparece tras una curva el santuario de Nuestra Señora de Jaraba, con un muy recomendable sendero por el barranco de la Hoz Seca. Un km más adelante se encuentra el balneario de la Virgen, que fue el primero en abrirse en Jaraba. Por aquí pasaba la calzada romana que unía la antigua Zaragoza y Titulcia (Madrid) y ya los romanos apreciaron estas fantásticas aguas. Su estanque tenía esos pececitos que te muerden y exfolian la piel, y con sus buenas instalaciones y buenos tratamientos son los que más me gustaron. Hay dos balnearios más en Jaraba que contrastan con el pueblo casi vacío. Tras un par de chapuzones en aguas termales regresé por carretera a Calatayud.
En la segunda exploración volví a Alhama de Aragón a buscar un itinerario más llevadero, que finalmente fueron las pistas del Camino del Cid hasta Cetina y de aquí por carreteras locales a Jaraba. Seguí por asfalto a Nuévalos y luego los 2 km de subida hasta el monasterio de Piedra. Me encantó. La visita al antiguo monasterio cisterciense, su entorno, la torr del castillo, el hospicio, el hotel. Pero lo mejor es su famoso parque, lleno de agua, cascadas, tobas, árboles centenarios, la impresionante cola de caballo, la primera piscifactoría del país, el lago del Espejo, una pasada. Y para el que quiera seguir a remojo también hay spa.
Al día siguiente continué desde Nuévalos por la carretera local, con una suave cuesta. A 4 km hay un cartel que me llamó la atención: las salinas de Valdehierro. Y las visité. Unas surgencias de aguas saladas se embalsaban y estuvieron produciendo sal durante 7 siglos. Ahí es ná. Otros 4 km y pasamos la colina que nos separa de Munébrega. Dejamos atrás los bosques y vuelven las plantaciones de secano. Tras unas rectas tomé una pista con una cuesta fuerte para subirme a la colina desde donde ya se divisaba Paracuellos de Jiloca. El descenso pasa por el vertedero municipal con sus consiguientes residuos y olores, y al final el balneario. Este es de aguas sulfurosas, de característico olor a huevos podridos y sus grandes propiedades para la piel y los pulmones. Las buenas instalaciones contrastan con el pueblo vacío, su iglesia y sus calles solitarias. Tras un buen chapuzón en aguas termales regresé por pistas a Calatayud.
Una semanita a remojo tras unas pedaladas sencillas pero atractivas.