Me gustó mucho este comentario de un colega. Un día charlando de rutas en bici llegamos a esta conclusión: si la ruta está anunciada para BTT, lo mejor es no ir a rodarla. Y es que el concepto de cicloturismo, como una modalidad de viaje, placentero, fácil, para todas, etc., en este país choca con la versión más deportista, exigente, técnica, para 'machacas'..., que tienen las rutas BTT. Al contrario que en otros países de nuestro entorno, donde el cicloturismo alcanza a incluir a mucha más gente, en nuestro país el término se mezcla con pruebas competitivas amateur y un universo de licra, cuadros de carbono y mucha testosterona.
Una propuesta BTT interesante, puede acabar en un itinerario apto sólo para los más ciclistas más potentes y totalmente desaconsejable con alforjas. El GR-38, o la ruta del vino y del pescado, propone un recorrido desde la Rioja alavesa hasta los puertos pesqueros de Bizkaia, emulando el trasiego de mercancías que funcionó durante años a través de las distintos valles y montañas vascas. Buena señalética (marcas, postes, carteles), logo chulo, website, hasta un centro de interpretación. La labor realizada es magnífica. Pero el resultado... bastante mejorable.
Nosotras hemos rodado la ruta evitando las rampas insufribles, los fines de etapa sin opciones de alojamiento, los senderos impracticables y lo hemos ajustado a un viaje en bici con alforjas más inclusivo y adaptable. Empezando en Logroño en unos pocos km llegamos a Oion, punto de partida del GR. Ya las primeras pedaladas nos invitan a descartar tramos donde hay que empujar la bici y a rodar unos pocos metros por una carretera nacional con buen arcén. La recompensa son los viñedos, las lagunas de Laguardia y el precioso pueblo medieval.
Desde Laguardia y para superar la primera barrera de la sierra de Toloño, evitamos la propuesta original del puerto del Toro y nos vamos por el asfalto del puerto de Herrera. Desde Lagrán continuamos por un hayedo para entrar en tierras de Treviño y desde Sáseta rodar por el espectacular desfiladero del río Ayuda, que bien merece el esfuerzo y algún empujón. Pero dejamos a un lado los senderos deshechos por los montes de Vitoria, el santuario de Estibaliz y los alrededores del embalse de Ullibarri-Gamboa; por una cómoda noche en la capital vasca, y el amable trazado de la vía verde del vasco-navarro.
Desde Legutio vamos a Otxandio y desde allí subimos por unas pistas que nos sorprendieron por su comodidad para superar los montes de Urkiola. Ahora el descenso a Durango lo cambiamos por las pistas de Atxarte y los carriles bici de Abadiño. Igualmente el paso del monte Oitz se facilita mucho más por el parque eólico que por la antigua calzada romana de Maguma, y el descenso desde el balcón de Bizkaia a Gernika mejor por las carreteras locales que por las pistas forestales sin mantenimiento.
La última etapa por el Urdaibai la preferimos hacer por la costa que por los montes de Busturia, donde es más fácil perderse que usar el carril bici de la BI-2235 o la red de PRs. Llegamos a Bermeo por asfalto sin arcén, pero son tan sólo 4 km, para alcanzar esta preciosa villa marinera.
España es un destino de primer orden internacional para el cicloturismo por cuestiones de clima e infraestructuras. Y aquí hay monte para todos. Los Die hard también tienen su espacio. Bajar el nivel de dificultad de los itinerarios BTT que las distintas administraciones promocionan, diseñar itinerarios troncales sencillos con variantes de mayor dificultad, construir una red de itinerarios cicloturistas como en otros países (Francia), conectar el país al continente (Eurovélo). Mucho por hacer, no sólo BTT.