De Catalunya

Pirinexus

En 2013 el consorcio de rutas verdes de Girona inauguró una ruta cicloturista catalana , la Pirinexus, que a lo largo de más de 350 km une el Pirineo con la Costa Brava en un circuito circular. Además en el primer número de la revista Bicitravel, en los kioskos desde el pasado julio, ya aparece una reseña de la ruta. Entre unas cosas y otras ya le tenía ganas a la vía verde del Carrilet, y con la posibilidad de descansar en la Costa Brava un par de semanitas se fue cerrando el plan.

En Sant Feliu de Guíxols comencé la ruta. Tras una borrasca otoñal que dejó un manto de nieve en las cumbres del Pirineo me subí a la burra. Dejando a un lado los montes de Les Gavarres , la ruta va tomando altura por la vía verde del Carrilet , que en unos 40 km te lleva a Girona. Antes de llegar al Cassà de la Selva un desvío invita a conocer Caldes de Malavella, por una ruta termal. Hmmm. Combinar la bici con el turismo termal, no me parece mala idea. Vamos a darle una vuelta. Es domingo y la ruta está llena de ciclistas y turistas que se avituallan con deliciosas butifarras. En Girona paso unas horas explorando esta bonita ciudad. Ya por la tarde vuelvo a la ruta y pongo rumbo a los volcanes de la Garrotxa.

A la mañana siguiente me despierta la lluvia mientras subo las primeras cuestas del Prepirineo antes de Olot, donde acaba la vía verde y el itinerario sigue por carreteras locales. Tras unos pocos pero tendidos km me reciben unos hermosos hayedos para llegar al col de Sentigosa y luego descender a Sant Joan des Abadesses. Sigo las aguas arriba del río Ter, siguiendo pistas, algún tramo técnico y un par de rampas explosivas. En Camprodon, donde se encuentra ese puente medieval tan chulo que sale en todas las fotos del Pirineo, flipo con una tienda de embutidos que hará las delicias de los amantes del cerdo.

A partir de aquí se toma una carretera local que asciende hasta el col de Arles por una muy bonita subida dentro de un paisaje abierto de montes y valles. La vista del mar es espectacular desde arriba, y el sol invita a un descenso laaargo y rápido hasta Prats de Mollò, ya en Francia.  Sigo el valle del río Tech por carreteras de poco tráfico hasta Arles de Tec. Aquí la ruta, en general bastante bien señalizada, sigue por tramos de vía verde, zonas urbanas y algún tramo por carretera hasta El Volò. Desde aquí comienza la ascensión al col de Panissars, por carreteras de montaña, hasta el paso que eligieron los romanos para unir el imperio con la península, como lo atestiguan las ruinas romanas del lugar.

La pista de acceso a La Jonquera está cerrada y desciendo por carretera. Este lugar es un poco sórdido, entre los centros comerciales, las aduanas, los controles, las chicas en tanga, los estancos…  Lo menos interesante de la ruta. Salgo de allí por la Sierra Albera, para llegar a unas lagunas temporeras que se abren a la llanura de L’Empordá. Entre pistas y canales, viñas y arrozales, paso bonitos pueblos, entre los que destaca Peralada. Me echa un poco atrás el casino, brrr…, pero el centro histórico no tiene desperdicio. Siguiendo el río Muga llego a Castello d’Empúries y tras más pistas y caminos vuelvo a ver el mar a la altura de las ruinas de Ampurias. Muy, muy recomendables. La ruta bordea el macizo del Montgrí, cruza el Ter cerca de su desembocadura y sigue por un entorno rural, dejando a un lado el cabo Begur hasta Palafrugell. Desde aquí aún puedo disfrutar de 6 km más de vía verde, el tren Petit, hasta llegar a Palamós y a la urbanización masiva. Grrr…

Este es el tramo es más espeso, por avenidas llenas de comercios, tráfico, rotondas… Lo mejor es pasarlo rápido hasta Sant Feliu. Cierro el círculo. Unos días más de descanso, playita y paseos por las sendas que recorren los acantilados de esta costa, que, como reza en una placa de la ermita de Sant Telm, inspiraron al escritor catalán Ferran Agulló, a llamarla Costa Brava. Resultado: Tres interesantes propuestas.