Tras las incursiones por la Ciudad Encantada y la Tierra Muerta, nos quedaba pasar al otro margen del río Júcar, y explorar esa masa boscosa que llega por el Alto Tajo hasta Guadalajara y entra hasta la Sierra de Albarracín de Teruel.
Así que piernas a la obra y a recorrer la serranía de Cuenca hasta su límite norte con Guadalajara. De nuevo en Uña, subí hasta Las Majadas por el barranco del Molinillo y continué por las pistas del arroyo del Agua hasta el rincón del Buitre, ya sobre el Parque de El Hosquillo. Las vallas y un oportuno guardia forestal, me disuadieron de pasar la bici sobre la valla. Luego me explicó con más detalle cómo llegar hasta el parque y poder visitar este interesante escenario. Eso sí, antes me llevo a inspeccionar el estado de la valla en el balcón, y pude admirar desde arriba el rincón donde se encuentran los osos pardos del parque, sin la fortuna de ver alguno. Gracias por todo.
Así que al día siguiente vuelta atrás y nuevo rumbo al norte. Tras conocer el fantástico sitio donde se encuentra el albergue El Cerviñuelo, me fui al Hosquillo, donde otro guarda forestal ya estaba avisado de mi llegada en bici. Una fantástica sesión de educación ambiental nos puso en conocimiento de la labor y el sentido de esta instalación. Las famosas aguas cristalinas del río Escabas están rodeadas de farallones calizos y montes cubiertos de bosques. A lo largo de toda la visita nos acompaña una cierva preñada que se comporta como una mascota,… a ratos. Vimos lobos y osos y todas las especies que reproducen para repoblar la serranía con un índice bajo de consanguineidad. Una visita que merece mucho la pena. Eso sí, inabordable en bici: coche obligatorio. Brrrr.
La carretera local que desciende por el valle del río Escabas, prácticamente sin tráfico, es uno de esos tramos 5 estrellas. Al llegar al cruce de Poyatos se ven las cicatrices del incendio reciente. La carretera ahora sube a Santa María del Val, y de ahí a las pistas que pasando por las Torcas de Lagunaseca, llegan a la bonita laguna del Tobar, ya cerca de Beteta. De aquí me acerqué a curiosear la Cueva del Hierro, y resultó cautivante. Esta mina, ya explorada por los celtíberos, luego arrebatada por los romanos, llegó a funcionar hasta los años 60: más de 2600 años de explotación!
Desde aquí la vuelta a Cuenca fue por la espectacular hoz de Beteta, el puerto de Monsaete y el estrecho de Priego. En Puente de Vadillos me desvié a conocer el balneario de Solán de Cabras, que estaba cerrado en semana santa por decisión de la gestora privada. Grrrr. De Priego seguí por pistas a lo largo de la vega y las hoces del río Trabaque, ya en el límite de la ‘serranía’ con el ‘campichuelo’. Unas pistas más desde Ribatajadilla hasta Portilla para luego regresar a las hoces del Júcar.
Ya para redondear la ruta volví otra vez. Me gustaron el nacimiento del río Guadiela, y la balsa de Valdemoro. Pero sobre todo el sendero de la Raya, para alcanzar Uña desde la muela que la domina. Este antiguo paso de ganado se hace básicamente andando, pero ataja un rodeo muy amplio si queremos ir desde Las Majadas. Una travesía segura pero delicada por la base del farallón sube la adrenalina y nos obliga a estar muy atentos empujando la bici. En las faldas del monte ya podemos pedalear a tramos. En Uña nos espera la fuente y de vuelta a casa.
Reflexión: Lamentablemente, las instalaciones del balneario de Solán de Cabras estaban cerradas en semana santa. La gestora privada no lo consideró necesario y nos quedamos sin conocer este rincón del río Cuervo y su hospedería, mandada construir por Carlos III en el siglo XVIII. Parece que el mantra de que la gestión privada es mejor que la pública necesita ser revisado en este caso.