El pasado verano me encontraba rodando el Camino Antonino, un camino natural que sigue un tramo del trazado de la antigua calzada romana que unía Astorga con Zaragoza, llega a Tarazona y acaba en Tudela por la vía verde del Tarazónica. La pirámide del Moncayo está siempre presente a lo largo de este itinerario. El Moncayo es el techo del sistema ibérico, con sus más de 2300 m, y forma la frontera natural entre la meseta castellana y el valle del Ebro.
Tras Aldehuela de Ágreda ya estaba encaramado en las laderas de la vertiente oeste. Una serie de carteles anunciaban las pruebas maratonianas que rodean este emblemático monte: la más famosa es la Calcenada. Como tenía días por delante, me decidí a conocer el Moncayo y me subí al Paso del Canto Hincado para luego descender a Cueva de Ágreda. El centro de visitantes estaba abierto pero desatendido. No obstante, me ayudó a enterarme de la cueva y sus murciélagos, y del Moncayo y sus accidentes aéreos. Seguí en gran medida los GR-86 y GR-260. Saliendo del pueblo volví a las pistas, y así pude conocer las patadas del diablo. Unos km más y llego a Borobia. Tras cargar agua sigo por pistas, y dejar atrás unas minas de magnesita a cielo abierto, ascendí el Collado del Tablado. Claramente me encuentro en el límite de la meseta y el valle del Ebro: los encinares se hacen más densos y la pista desciende a cholón hasta Purujosa. A partir de aquí me desvié de la Calcenada para acortar ruta a cambio de ganar altura.
Así que puse rumbo a Beratón y pedaleo media docena de km cuesta arriba, entre los resaltes y las muelas que forman parte de las estribaciones de la vertiente este del Moncayo. De este pueblo sale una pista con mal firme y muy empinada. Tras probarla unos metros ya me sobraba esta machada y decidí probar otra pista. Desciendo unos km y tomo otra que tras unos repechos sube suave y uniformemente a través del bosque. Ya estoy en el Parque Natural del Moncayo, sólo en la vertiente aragonesa. Falta el lado castellano…
Una fuente, un refugio impecable (¿¡?!) y una rampa me llevan al collado de las Estacas. A estas alturas sólo las rapaces me acompañan. Los prados abiertos muestran unos pocos tenados y algunas ovejas. La pista toma el perfil de la montaña y las vistas ganan a los esfuerzos. Unas rampas más y llego al refugio de Majada Baja, de nuevo ¡impecable! A partir de aquí todo es un descenso entre pinos negros, luego robles, hayas y finalmente los abedules cerca ya del centro de interpretación de Agramonte. Todo bien regado de fuentes y agua, todo muy frondoso… El Moncayo se parece a los Pirineos!
Por aquí también anduvo el romántico Gustavo Adolfo Bécquer. ¿O era postromántico? Bueno, que se recuperó un poco de su tuberculosis por estos montes. Buen lugar. Tras un buen descanso continuo por las laderas del Moncayo hasta volver a cerrar el círculo y desciendo a Ágreda, la ciudad de las tres culturas, que bien merece un rato deambulando por su casco histórico. Un rutón para un pedazo monte, con unas vistas,… de lujo.