Cuando un familiar de un amigo se fue a vivir por esa zona, la sierra de Grazalema estaba de repente más cerca. Así que poco a poco la fuimos recorriendo en coche, en bici, andando. Me acuerdo que la primera pedalada en serio fue desde Alcalá de los Gazules hasta Castellar de la Frontera. Conocimos las pistas que atraviesan el alcornocal más extenso de Europa, pasamos una noche con los últimos ocupantes del Castillo de Castellar. Ya el regreso fue por carretera. Por fortuna nuestro contacto en Alcalá, Manuel, trabaja en el Parque Natural de Los Alcornocales y nos lleva a conocer los ‘canutos’, una formación vegetal muy interesante y única en España. Estos bosques en galería, llenos de laurel, avellanillo y rododendro, crecen aquí desde la era Terciaria, antes de las glaciaciones, encajonados en estrechos valles y unidos a los cursos de agua.
Luego me acuerdo que nos dimos el homenaje de salir de la península por estas sierras cuando empezábamos nuestra vuelta al mundo en bici, hace casi 20 años. Subimos el puerto de Las Palomas, con sus pinsapos y sus cabras, la manga de Villaluenga, Ubrique… A partir de aquí cambia la tierra y el bosque, y los alcornoques le ganan terreno a las encinas. Una subida al puerto de Galis y llegamos a Alcalá, de allí nos fuimos hacia Cádiz, al ferry…
Y con más visitas a nuestros amigos, y más bolos casuales, nos hemos ido recorriendo este paraíso verde. No fue hasta 2017 que nos llegó nuestro primer cliente alemán, y nuestro primer viaje guiado. Muchos hitos. Así que con el bueno del Michael nos metimos en vereda. Ya el primer día salimos de Ronda y las sendas hasta Grazalema estaban con barro. Pero aguantó la noche y seguimos por las pistas de las dehesas hasta Villaluenga del Rosario. En mala hora decidimos tomar la calzada romana para llegar a Ubrique: hace falta doble suspensión. La tarde comienza con una subidita en asfalto al Mojón de la Víbora. Y más tarde nos lleva a pedalear nuestro primer tramo de alcornocal hasta Cortes de la Frontera. Buen descanso y a rodar otro tramo muy remoto y aislado, el puerto de la Calderona, del Carrascal, por carreteras locales y pistas hasta las ruinas de la Sauceda. Aquí y gracias al proyecto de rehabilitación del espacio es posible dormir en refugio, con leña y duchas! La lluvia nos sorprende al día siguiente y llegamos duchados a Alcalá de los Gazules. Escampa y podemos disfrutar de este hermoso pueblo. Al día siguiente cometemos la imprudencia de seguir por pistas y el barro nos lo pone muy difícil antes de llegar a Benalup-Casasviejas. Suerte de terracita…, y buen humor. Por la tarde rodamos sobre los lechos desecados de la laguna de la Janda, entre garzas y patos, hasta llegar a la carretera nacional y descender a Zahara de los Atunes. El último día nos acompañó el sol por la costa hasta Tarifa.
Nos teníamos que haber bañado. Buen tiempo hacía. Y es que a pesar de sus muchas lluvias, estas sierras son una delicia para rodar todo el año. Mejor evitar los calores del verano. Y tener cuidado con los barros del invierno.