Los Montes de Toledo son una cordillera formada por varias sierras de modesta altura, unos 1400 m, que separan las cuencas de los ríos Tajo y Guadiana, y forman el límite norte de la Mancha. Son unas montañas muy erosionadas, como lo muestran las numerosas pedrizas o canchales que se ven en las laderas, con su típica forma de abanico, y casi desprovistas de vegetación; mientras que las crestas de las cumbres presentan sus rocas recortadas.
Esta ruta corta, de 5 días de pedalada, nos ha costado unas pocas visitas. Creo que han sido 5 en total. A pesar de que la línea de cumbres de estos montes tiene suficientes pistas y caminos como para rodarla a vista de pájaro, no podemos hacerlo: la mayoría del terreno es privado, y el concepto de 'servidumbre de tránsito' no es muy practicado por los propietarios de estas fincas, en su mayoría ganaderas y cinegéticas. Toda una lástima. Pero esto no ha impedido que hayamos ido descubriendo otras pistas y carreteras alternativas, que trazan un itinerario básicamente por el piedemonte de la vertiente norte, recorriendo bosques y gargantas, y visitando algunos remotos pueblecitos de los montes toledanos.
La ruta comienza en la ciudad de Toledo, desde donde también empieza nuestra ruta de don Quijote, y se adentra en las estribaciones de los montes de Toledo por Orgaz, hermosa villa con su imponente iglesia churrigueresca y su castillo, para luego continuar por Arisgotas, de marcado sabor medieval. Desde aquí seguimos la vereda del fraile, a ratos muy divertida de pedalear y que atraviesa fincas ganaderas donde no es difícil ver algún ciervo o corzo. Tras varias fincas y las ruinas del convento del Castañar llegamos a Las Ventas con Peña Aguilera, desde donde tomamos unas pistas que nos llevan hasta el puerto del Milagro y de aquí a San Pablo de los Montes.
Llegamos a la parte más alta de los montes de Toledo, donde se ubica el Parque Nacional de Cabañeros. La ruta sigue el piedemonte y pasando la aldea de Las Navillas, vamos remontando sierra y descendemos por pistas hasta Hontanar y luego el antiguo poblado de Malamonedilla. Este asentamiento, abandonado tras la Reconquista, reúne vestigios de su pasado de épocas romana, visigoda y medieval. Desde aquí, la profusión de fincas y de urbanizaciones con accesos y pasos cerrados nos obliga a rodar algún km por carretera, con suerte que el arcén es ancho y seguro.
Entramos a Los Navalucillos por las pistas de la sierra del Aceral y salimos por un bonita carretera que remonta el río Pusa hasta Robledo del Buey, alternando bosques de robles y pinos. Unos cuantos km más por asfalto nos llevan a Navaltoril, ya en el valle del Gébalo, y de aquí, por una bonita pista llegamos al collado Pedralba, desde donde pasamos al otro lado y entramos en la comarca de la Jara. En Sevilleja de la Jara dejamos atrás los montes y tomamos la vía verde de la Jara, que nos lleva hasta Calera y Chozas, de nuevo a orillas del Tajo, que continuamos hasta llegar a Talavera de la Reina, nuestro destino final.
Reflexión: Este temita de la servidumbre de paso, creemos que merece un comentario. Dejando atrás el uso indebido de vallas y barreras, hasta de obstáculos y trampas que claramente buscan provocar accidentes, algunos de ellos con consecuencias dramáticas, y siempre desde el absoluto respeto por las propiedades que atravesamos, pensamos que hay que fomentar una cultura de los caminos públicos. En ese sentido, nos suscribimos a la Plataforma Ibérica por los Caminos Públicos, para defender otros usos recreativos de los caminos: senderismo, cicloturismo, avistar aves... A medida que la población crece y madura en su concepto de 'tiempo libre', tenemos que asegurar la experiencia del contacto con la Naturaleza, no sólo como un derecho si no también como vía de escape y relax, así como de conocimiento de otros entornos y realidades, para fortalecer los vínculos entre los medios rural y urbano.