De nombres poco comunes, estos dos valles se encuentran en el extremo este de la Sierra de Gredos, y albergan bosques de castaños centenarios, así como una Reserva Natural del Valle de Iruelas. Y para allá que nos fuimos Isabel, Ana, Itxi y Josetxu, a ver los castaños centenarios y, con un poco de suerte, alguna buena vista de los buitres negros que anidan en estos valles.
Aparcamos en El Tiemblo y tras montar las bicis tomamos la pista que va remontando el valle de las Yedras. Unos pocos km en asfalto y luego una pista con buen firme nos llevan hasta los bosques de castaños, que en estas fechas comienzan a brotar sus hojas. Un refrigerio en el área recreativa de El Regajo, y nos vamos a conocer al Abuelo, un enorme castaño de más de 250 años, que según Isabel, parece 'mineral'.
Rodamos unos metros por el bosque y pronto la pista pica mucho hacia arriba. Los últimos metros tenemos que empujar las bicis para coronar el alto mientras por el otro lado llegan más ciclistas que se zambullen en las laderas de la cara norte. Ante nosotros aparecen las primeras vistas del valle del Tiétar y una cigüeña negra nos da la bienvenida. El cordel sigue a media ladera por castañares hasta llegar a Casillas, donde nos volvemos a encontrar con Juan Carlos, el dueño de la Hospedería de la Tía María. Justo este fin de semana hay una prueba de trial por la zona y los alojamientos estan abarrotados, pero Juan Carlos nos ayuda como otras veces a conseguir una casa en el pueblo donde alojarnos. ¡Muchas gracias!
A la mañana siguiente subimos las cuestas que nos llevan a las eras del pueblo. Aquí es donde se encuentran todos los moteros ajustando sus máquinas. Vemos alguna chica entre tanto chico, ¡suerte!. Nosotros pasamos de largo silenciosamente con nuestras burras y afrontamos la pista que sube zigzagueando por las laderas repletas de pinos resineros. Finalmente coronamos el puerto de Casillas y ya podemos ver la garganta de Iruelas y el embalse del Burguillo. Por allí pasan unos pocos quads (¡brrrr!) y muchas bicis (¡hurra!).
Descenso brutal por pistas que hacemos lentito, para aprovechar los cielos claros y no perdernos las águilas imperiales y buitres negros de la zona. Los pinos dejan espacio a los castaños y la pista al asfalto. Todas las antiguas instalaciones resineras se han reciclado y ahora hay centros rurales y una Casa del Parque donde informarse y poder aprender algo más de la zona.
El carreterín sigue bordeando el embalse y llega a la presa, donde nos metemos en la antigua carretera nacional. Ya sin tráfico, y con una acera que llega hasta el pueblo, regresamos a El Tiemblo, donde celebramos nuestra hazaña con una buena jamada en un sitio de nombre sugerente: La Pitanza de Arranz, nuevo y recomendable.