A pesar de haber ido varias veces a esta zona de la serranía de Cuenca, a escalar, pedalear, campamentos, visitar amigos, etc., nunca visite esta colección de esculturas naturales. Así que un buen fin de semana frío y seco del pasado enero, me fui con Eva a la Ciudad Encantada de Cuenca. Por fortuna hay un alojamiento abierto todo el año justo frente a la entrada, el Hostal GC Ciudad Encantada, y eso facilita mucho la visita.
Así que un buen sábado por la mañana nos subimos en el bus y nos vamos a la ciudad de las casas colgadas. También se puede ir en tren y así te ahorras los 10 euros por trayecto que cuesta llevar la bici envuelta en los autobuses de Avanza. Hay un tren regional que tarda más o menos lo que el tren, y luego trenes rápidos, Alvia y Ave, donde no se seguro si se pueden llevar las bicis: ver info Renfe.
Una vez en Cuenca atravesamos la ciudad y buscamos el puente de San Antón, para cruzar el río. Nos dirijimos aguas arriba, por las bonitas hoces del Júcar, llenas de tapias y desplomes que hacen las delicias de los escaladores en roca. A los pocos metros del puente tomamos el carril bici que hay paralelo a la carretera CM-2105 pero sobreelevado, que aporta algo más de seguridad. A los 5 km o así llegamos al cruce con la CM-2104, que tomamos en dirección a Valdecabras. Aún se ven restos de nieve en las zonas mas umbrías, pero la temperatura es ideal para pedalear o subirse a los riscos. Por encima del pueblo de Valdecabras los riscos estan abarrotados de buitres leonados, ahora en su época de apareamiento. La carretera pica hacia arriba. Un mirador nos ofrece una buena vista del valle que vamos trepando. Una cuesta más nos lleva al plano de lo alto de la sierra de Valdecabras, y otra más a la finca privada donde se encuentra la Ciudad Encantada.
El atardecer nos pilla en el mirador de Uña, un balcón a poco más de 1 km del hostal, desde donde se aprecia el paso del río Júcar a través de la Serranía de Cuenca, el embalse de la Toba, la laguna de Uña. Es invierno y en cuanto se va el sol baja la temperatura de golpe. Por suerte el hostal esta calentito y el restaurante funciona con buenos menu y carta. El silencio de la sierra es el mejor somnífero para dormir como un lirón.
Al día siguiente hacemos nuestra visita a la Ciudad Encantada. La entrada son 4 euros y si te sumas a una visita guiada son 5. Es temprano y tan sólo tenemos un gran grupo de familias, con ruidosos niños que pronto adelantamos. Algunas formas de las rocas son impresionantes, y otras exigen un esfuerzo mayor de imaginación. Vemos la tortuga, los osos, el elefante, la foca, y también a los amantes de Teruel, un convento o la plaza mayor. Desde luego el Tormo me parece la pieza clave de la colección, aunque a mí, personalmente lo que más me gusto es el mar de piedra.
Tras un par de horitas de paseo tranquilo volvemos por nuestras burras. Seguimos en dirección norte y en un 6 km nos metemos de nuevo en la CM-2105, con algo más de tráfico. Sobrevolamos las hoces del Júcar y paramos en el Ventano del Diablo, un mirador con un vista vertiginosa sobre el río. Unos km más y llegamos a Villalba de la Sierra, donde nos tomamos nuestro merecido refrigerio. Ahora nos separamos del asfalto y seguimos las pistas de la margen izquierda del río, más tranquilas y que nos permiten una mirada más íntima del entorno. Al llegar al cruce con la CM-2104 continuamos por la misma margen hacia la ciudad de Cuenca por el camino de San Isidro. El camino va ganando altura sobre las hoces del Júcar, salteado de miradores desde donde disfrutar del paisaje. En unos 6 km llegamos a las murallas y entramos en el casco antiguo por el Arco de Bezudo, la entrada norte de la ciudad. Descendemos toda la ciudad antigua pasando frente a la catedral, la playa mayor, y finalmente el puente sobre el río Huécar. Un buen fin de semana.